Se suponía que iba a ser un experimento científico innovador. En el año 2100 d. C., un grupo de 50 científicos, ingenieros y militares de élite se ofrecieron como voluntarios para un ambicioso proyecto: ser congelados criogénicamente y despertar en 100 años, en el año 2200 d. C., para ver el estado del mundo que habían dejado atrás. Pero algo salió terriblemente mal. En lugar de despertar después de un siglo, abrieron los ojos en el año 2400 d. C., 300 años en el futuro. Y lo que descubrieron fue más allá de sus peores pesadillas.
El despertar
Las cápsulas criogénicas silbaron al abrirse, liberando una niebla de vapor helado en la instalación. La Dra. Elena Carter fue la primera en emerger, aturdida y desorientada. Mientras limpiaba la condensación del vidrio de su cápsula, las vistas desconocidas a su alrededor comenzaron a tomar forma. La cámara criogénica, que alguna vez estuvo prístina, estaba en ruinas, cubierta de extrañas enredaderas y una flora desconocida.
El panel de control parpadeaba con estática y, fuera de las ventanas esmeriladas, el paisaje era irreconocible.
El resto del equipo pronto se despertó, uno por uno, todos desorientados y confundidos. El comandante Jack Hayes, el líder militar del equipo, intentó evaluar de inmediato la situación. Los sistemas de la instalación estaban caídos, las comunicaciones fuera de línea y no había señales del equipo de apoyo que se suponía que debía revivirlos. Pero la revelación más inquietante vino de sus relojes internos: habían estado dormidos no durante 100 años, sino 300.
El Nuevo Mundo
El equipo se aventuró al exterior, solo para descubrir que la Tierra se había transformado en un mundo alienígena. Las ciudades que alguna vez conocieron se habían derrumbado en polvo, superadas por enormes estructuras futuristas que se extendían hacia los cielos. Pero estas no eran hechas por humanos. La arquitectura era extraña, angular y estaba hecha de materiales que desafiaban la comprensión.
A medida que exploraban más, se encontraron con la nueva raza dominante en la Tierra. De forma humanoide, pero claramente no humanos, estos seres tenían una cualidad inquietante y etérea. Su piel era translúcida, sus ojos grandes y reflectantes, y se comunicaban telepáticamente. Estas criaturas, que se llamaban a sí mismos los “Ascendientes”, habían tomado el control de la Tierra después de la caída de la humanidad.
La caída de la humanidad
Los Ascendientes explicaron que la humanidad había declinado lentamente después de una serie de eventos catastróficos: desastres ambientales, guerra y una pandemia global que asoló a la población. A medida que los humanos se debilitaban y se fracturaban, los Ascendientes, que habían estado observando la Tierra durante siglos, decidieron intervenir. Se veían a sí mismos como los salvadores de la humanidad, trayendo orden a un mundo moribundo. Sin embargo, su “intervención” no fue benévola. Veían a los humanos como primitivos, destructivos e indignos de los recursos de la Tierra. Cuando el equipo despertó, los Ascendientes habían remodelado el planeta, empujando a los sobrevivientes humanos restantes al borde de la extinción.
Los pocos humanos que quedaban se habían visto obligados a vivir en enclaves aislados y ocultos, perseguidos constantemente por los Ascendants. Aquellos que se resistieron fueron rápidamente sometidos,
esclavizados o eliminados.
La lucha por la supervivencia
Conmocionados y horrorizados, el equipo se dio cuenta rápidamente de que posiblemente eran la última esperanza para la supervivencia de la humanidad. El comandante Hayes, siempre pragmático, sabía que no podían luchar directamente contra los Ascendants. La tecnología de los alienígenas era demasiado avanzada y sus habilidades telepáticas les daban una ventaja que los humanos no podían igualar. Pero lo que les faltaba a los Ascendants era un conocimiento del pasado de la Tierra: las estrategias, tácticas e ingenio humano puro que habían permitido a la humanidad prosperar durante milenios.
El equipo se puso en contacto con un pequeño grupo de rebeldes humanos que vivían en las ruinas de una antigua megaciudad. Liderados por una líder joven pero ferozmente decidida llamada Kaia, estos sobrevivientes habían aprendido a vivir fuera de la red, evadiendo las patrullas de los Ascendants y buscando tecnología humana antigua. Juntos, formaron una alianza, utilizando el conocimiento avanzado del equipo y las habilidades de supervivencia de los rebeldes para planificar una resistencia.
Descubriendo la verdad
A medida que la resistencia se hacía más fuerte, la Dra. Carter y su equipo comenzaron a descubrir verdades impactantes sobre los Ascendants. Aprendieron que la raza alienígena no había llegado a la Tierra de la nada, tenían una conexión con el pasado antiguo de la humanidad. Ocultos en las profundidades de las ruinas antiguas y textos olvidados había registros que sugerían que los Ascendants habían estado influyendo en la civilización humana durante miles de años, guiando el ascenso y la caída de los imperios e incluso sembrando su propio material genético en la población humana.
Pero ¿por qué? Los Ascendants tenían una agenda siniestra: no solo estaban interesados en gobernar la Tierra; la estaban preparando para una transformación que borraría permanentemente cualquier rastro de humanidad. Su intención era terraformar el planeta, haciéndolo inhóspito para los humanos pero perfecto para los de su propia especie.
La batalla final
Al darse cuenta de la urgencia de su misión, el equipo y los rebeldes humanos lanzaron un plan desesperado para detener a los Ascendants. Su objetivo era infiltrarse en una de las ciudadelas alienígenas, con la esperanza de desactivar la tecnología que controlaba el proceso de terraformación y