La tripulación de la nave espacial Odyssey había estado en un sueño criogénico profundo durante casi una década, navegando a la deriva por la fría extensión del espacio en su misión de explorar el distante e inexplorado planeta Zeta Prime. La IA de la nave se encargaba de la navegación, manteniéndolos en estasis durante el largo viaje. Todo había ido según lo planeado, hasta que la tripulación fue arrancada de su sueño en un repentino y violento despertar.
El despertar abrupto
Las luces rojas destellaron a través de las cámaras mientras sonaban las alarmas de emergencia de la nave, sacudiendo a la aturdida tripulación de sus cápsulas criogénicas. Desorientada y débil por años de estasis, la capitana Mara Hayes luchaba por darle sentido a la situación.
Su mente estaba nublada y sus músculos apenas respondían mientras se tambaleaba hacia el panel de control, tratando desesperadamente de entender qué había salido mal.
Sus compañeros de tripulación (el ingeniero Liam, la oficial médica Dra. Sofia Kline y el jefe de seguridad Jacob) estaban igualmente aturdidos y salieron tambaleándose de sus cápsulas. La IA de la nave, Nexus, anunció fríamente: “Se detectó una brecha no autorizada. Los protocolos de cuarentena fallaron”.
Antes de que pudieran reaccionar, la nave se sacudió violentamente. Algo había abordado la Odyssey.
Los intrusos alienígenas
Mara y su tripulación se apresuraron al centro de comando, escaneando frenéticamente los sistemas de la nave en busca de información. A bordo de la nave, extrañas formas de vida no identificadas habían atravesado el casco de la nave, eludiendo las defensas y tomando el control de áreas clave. Las imágenes de vigilancia las mostraban: criaturas grotescas y fibrosas, moviéndose con una velocidad e inteligencia aterradoras, sus cuerpos moviéndose como líquido mientras se arrastraban por la nave.
Las criaturas no se parecían a nada que la tripulación hubiera visto jamás: amorfas, capaces de pasar a través de espacios imposiblemente pequeños y moviéndose con un propósito siniestro. Pero peor que su apariencia era lo que le hacían a los miembros de la tripulación con los que se encontraban.
Anfitriones con un propósito siniestro
Uno por uno, los miembros de la tripulación fueron atacados, inmovilizados y utilizados como anfitriones para algo mucho más siniestro. Los alienígenas no estaban allí solo para matar, sino que estaban utilizando a los humanos como recipientes vivientes. Mara observó con horror cómo Liam, el ingeniero, fue abrumado por una de las criaturas. Se envolvió a su alrededor, invadiendo su cuerpo a través de su piel, ojos y boca, incrustándose en su sistema como un parásito.
Momentos después, Liam estaba de pie de nuevo, pero ya no era él. Sus movimientos eran robóticos, sus ojos vidriosos y un brillo extraño emanaba de su piel. El alienígena había tomado el control total, usándolo como anfitrión para infiltrarse y manipular los sistemas de la nave.
Mara se dio cuenta de ello con fuerza. Estas criaturas no estaban allí para destruir la nave. Estaban allí para usarla, y a la tripulación, como herramientas para sus propios fines. Y su destino no era la Tierra.
El plan del extraterrestre revelado
Mientras Mara y el Dr. Kline intentaban desesperadamente bloquear lo que quedaba de los sistemas de control de la nave, Nexus comenzó a revelar información escalofriante. El curso de la nave había sido alterado. En lugar de dirigirse a Zeta Prime, la Odyssey ahora se dirigía a un planeta distante e inexplorado en una galaxia completamente diferente. El planeta, conocido solo como Ghorus, era el mundo natal de los invasores alienígenas.
Los parásitos necesitaban cuerpos humanos para sobrevivir al viaje a Ghorus. Habían estado buscando una nave durante siglos, esperando que una nave como la Odyssey estuviera a su alcance. Ahora, con la tripulación bajo su control, usarían a los humanos para aterrizar en su planeta, revivir su especie y extender su influencia a través del universo.
La lucha por la supervivencia
Al darse cuenta de que sus destinos estaban sellados si no actuaban rápido, Mara, el Dr. Kline y Jacob lucharon por recuperar el control de la nave. Pero fue una batalla perdida. Se estaban llevando a más miembros de la tripulación, y sus cuerpos se estaban convirtiendo en recipientes involuntarios para los parásitos alienígenas. Los pocos que quedaban se atrincheraron en la bahía médica, tratando de encontrar una manera de evitar que las criaturas tomaran el control por completo.
La Dra. Kline, trabajando frenéticamente, descubrió que los parásitos tenían una debilidad: eran vulnerables al frío extremo, al igual que las cápsulas de estasis en las que había dormido la tripulación. Pero los sistemas de refrigeración de la nave se habían dañado en la brecha, y solo tenían una pequeña ventana de oportunidad para congelar a las criaturas antes de que completaran su viaje a Ghorus.
Un plan desesperado
Sin otras opciones, Mara y su tripulación restante idearon un plan arriesgado. Sobrecargarían las cámaras de estasis de la nave, creando una ola masiva de gas congelante que inundaría la nave y neutralizaría a los parásitos. Pero para hacerlo, alguien tendría que abrirse camino hasta la cubierta de ingeniería, donde la tripulación controlada por los alienígenas ya se había fortificado.
En una última batalla desgarradora, Jacob se ofreció voluntario para abrirse paso hasta la cubierta de ingeniería mientras Mara y el Dr. Kline preparaban los sistemas de la nave para la purga de congelación. Armado con armas improvisadas, Jacob luchó contra los parásitos que alguna vez fueron humanos, pero cuando se acercaba a la sala de control, uno de los alienígenas lo abrumó. En sus últimos momentos, logró activar la purga de congelación.